Estábamos nerviosos y aunque no era nuestra primera vez en el Meta, en esta ocasión íbamos muy en serio. En los últimos meses ya era cotidiano entrar en el nuevo universo virtual. Paula, nuestra pequeña, fue la primera que nos empujó a probar aquella tecnología. Pasear por el mundo de Mario y jugar con unas gafas 3D con sensores era muy divertido; saltar setas, recoger monedas y perseguir tortugas regordetas se convirtió en un deporte doméstico que nos obligaba a despejar cuatro metros cuadrados del salón varias veces por semana.

La siguiente que empezó a entrar en Meta fue Carmen. El teletrabajo se convirtió en algo muy habitual y las reuniones empezaron a ser convocadas en el Nuevo Universo. Menos retrasos y distracciones, más lúdicas, corporativas y muy productivas. Las herramientas de presentación y de gráficos funcionaban como hologramas configurables con un solo gesto, algo que le flipaba a Carmen. A su jefe le encantaba estrenar una corbata virtual en cada reunión y ella se estaba planteando sorprender al equipo con su nueva skin de ejecutiva diseñada por ZaraVR.

Ya habíamos aprendido a movernos en aquel espacio virtual sin dar zancadas ni hacer aspavientos como un karateka, menos mal que Apple introdujo sensores de micromovimientos y con un leve deslizar de manos y unos pequeños pasos a lo Jackson, te movías de maravilla por todo el Metaverso. Dos metros por dos metros era lo que necesitabas para “ moverte”, unas gafas cada vez más cómodas y unos guantes hápticos para “tocar”. ¿El resto? imaginación, dejarte llevar y una tecnología sorprendente.

Quizás pensamos en cambiar de casa de tanto mover muebles para entrar en el Meta, o que Paula crecía a una velocidad endiablada, o yo que sé… la cuestión es que empezamos a curiosear la oferta de vivienda de obra nueva. Era tan nueva esa oferta, que ni siquiera había proyecto que estudiar, lo que encontramos fue una plataforma proptech virtual que lo estaba petando en el Meta y en el Mundo Real.

Habíamos elegido un sitio estupendo, en un barrio en expansión, con los servicios que nos acoplaban; conectividad, movilidad eléctrica, huerto urbano, recogida selectiva de residuos, jardines y parques… y hoy nos veíamos en Meta con el arquitecto y el promotor de nuestra vivienda-ideal. Hoy era un día muy importante y por eso estábamos los tres nerviosos y emocionados.

Tras los saludos y las cortesías en 3D – chocar el codo virtual o lanzar puño contra puño si ya te conocías de antes – empezamos a diseñar nuestra vivienda ideal. El equipo de la promotora ya conocía nuestras necesidades al inscribirnos en la plataforma, era el punto de partida, contárselo todo. Hoy nos presentaba una vivienda acorde a nuestros deseos; tres habitaciones, una de ellas para entrar en Meta en modo privado, ideal para reuniones de trabajo, gimnasio online, visitas médicas virtuales… la zona de día la dedicamos totalmente al salón y cocina, los queríamos conectados, más bien una minicocina, pues ya casi no se usaba y preferíamos aprovechar metros para el Meta familiar; juegos, talleres, clases virtuales, excursiones y deportes online con amigos y ¡cómo no! reuniones familiares en 3D… También queríamos una terraza, claro, después de varias horas en el Meta, un rato de sol y aire libre sentaban genial.

Ya estábamos allí los cinco, caminando lentamente por el interior de nuestra vivienda en modo BIM y decidiendo si la puerta aquí o la esquina allá, siendo asesorados por el arquitecto en todo momento, que nos decía qué era posible y qué no. Nos solucionó la falta de espacio entre cocina y salón colocando con sus manos virtuales la isla a un lado y convirtiéndola en una barra para desayunar con un empujón muy profesional. Recolocó los electrodomésticos con un giro de muñeca y ¡tachaán! espacio libre… Conforme avanzábamos, las paredes, suelos y acabados nos rodeaban y configuraban la vivienda que meses después de convertiría en real.

Podíamos ver por el rabillo del ojo el presupuesto en color anaranjado, subiendo y subiendo. El promotor nos ayudó en la toma de decisiones, su experiencia nos hizo ver que una calefacción tan potente en aquella parte de la ciudad no hacía falta y que era mejor instalar un climatizador optimizado y enseguida los números volvieron al verde. Respiramos tranquilos y seguimos configurando.

Carmen no pudo esperar más y mientras yo me ayudaba del arquitecto para decidir el tamaño de la terraza y del promotor para acordar el tipo de cerramiento, ella empezó a descargarse de la plataforma el catálogo de griferías que le gustaban, los apliques de luz para las paredes y los sanitarios, que mágicamente fueron ocupando su lugar en el diseño del arquitecto, que no paraba de sonreír, virtualmente.

Con un suave toque sobre mi hombro, Carmen me hizo saber que acababa de hacer clic sobre la colección de IKEA. De allí saldríamos con la casa acabada y totalmente amueblada y ya podía ver en el salón a Paula saltando de alegría sobre un sofá SÖDERHAMN.

Me detuve a jugar virtualmente con mi hija en el sofá y Carmen se acercó a ultimar detalles con el promotor, la cifra continuaba en verde y parpadeaba esperando nuestra confirmación. Nos sentamos los tres en el sofá con aquella cifra parpadeando delante nuestro, miramos al promotor que sonrió dándonos su visto bueno al proyecto y pulsamos la cifra que se tornó azul – conectando con nuestro banco – y en dos segundos cesó el parpadeo y los números se convirtieron en dos palabras, TU CASA. ¡Teníamos casa! Tocaba esperar unos meses y en breve podríamos empezar a ver como se edificaba nuestra casa en el mundo real.

Tras las despedidas y demás cortesías, llenos de emoción y súper felices, el promotor nos dejó caer la posibilidad de una nueva reunión, esta vez para una propiedad NFT en Meta, los solares 3D en Nuevo Benidorm se estaban agotando y era el momento de invertir en una residencia digital… Carmen me miró, encogiéndose de hombros y diciendo “no” con su cabeza, virtualmente.

Frank Moreno

CMO en Viviendea

www.viviendea.com